14 de abril de 2006

El sueño eterno cumple 75 años

El 14 de abril, es decir, apenas mañana, se cumplen 75 años del nacimiento de una esperanza y un sueño para este país. Una esperanza que aun no está perdida, y un sueño que poco a poco, con muchísimo esfuerzo y sacrificios de millones de anónimos se ha ido consiguiendo.

Yo quería escribir algo sobre esto, quería escribirle una carta a una niña que mañana debería cumplir 75 años, pero que cuando apenas tenía 5 la empezaron a matar, y cuando tenía 8 la enterraron. Sin embargo, El Maestro me ha enviado una de sus joyas, así que en recuerdo de ese sueño, de esa esperanza y de una bandera tricolor en lo más alto del pueblo, comparto con vosotros sus palabras:

Puede que los errores existan, que uno se equivoque de colores, que unos sean rojos, amarillos o malvas, pero ¿pueden corregirse con las armas?. Si de cada dos una es un alma, que cree que se puede cambiar, si no se impone, sino que se restaura, porque es justo no olvidar, igual que no culpar porque no hay pecado en ser sino en no dejar ser.

De los viejos maestros fusilados, guardan recuerdo lo alumnos ya ancianos, la última lección, dijo otro antes que yo, es simiente en las cunetas, triste es que tarde 70 años en brotar, pero gozoso que no seque aunque la dejaran abandonada, olvidada para que el estío de plomo de cuatro décadas las agostara.

Se mata a quien se puede, culpable o inocente, por los errores de otros, por coronas o por águilas, por tronos o palabras, por sus colores, azules, rojos, amarillos, gualdas, malvas, o negros de sotana, se mata porque parece que hace falta porque no se puede vivir con quien no se ama, pero nadie pide amar, sino aceptar, aceptar que el espejo una mañana no muestra tu rostro sino el que tiempo aclara.

Setenta años pasan pronto, tendido cara al cielo en una zanja, tumbado boca abajo junto a una tapia, pero cuarenta pesan como una losa, que un pueblo arrastra. No es rencor, recordar, es equilibrio, el del fiel de una balanza, que una mujer ciega sostiene mientras empuña una espada.

Porque las tumbas piden nombres porque los huesos tienen almas.

Una calle abarrotada, una plaza desbordada, a mediodía ya no hay siervos, ni súbditos, ni esclavos, ni lacayos, tres colores, añil, amarillo, y rojo de la sangre que fue derramada por pensar que hoy no tiene por qué ser como mañana.

Gracias.