¿Quien es el responsable de la sangre de estos hermanos y
hermanas? preguntas sin mirar, sólo para acallar la conciencia y completar
el halo que sobre ti, cuando muerto, llenarán de milagros sin cuento, y que
nunca será, ni uno sólo cierto,... y si a mí me preguntas, yo te respondo; yo
soy responsable cuando no me importa, soy responsable cuando callo y me rindo,
cuando me creo que hacen falta fronteras, que hacen falta patrias, que mi vida
la marca el color de una bandera, o incluso el de mi piel, cuando construyo
muros y murallas porque repito que la tierra tiene dueño, cuando estrecho la
mano de los canallas que no cejan en su empeño de sembrar la tierra de
alambradas, cuando llevo en mi bolsillo el pasaporte que marca a ley y cárcel
mi origen y mi destino, yo que los veo cada día ante las puertas de los
supermercados en los que lleno mi bolsa de la gula, mientras extienden la mano
que aguarda que el maná del desierto al fin caiga, yo que he visto sus dedos
marcados por el trabajo y el cansancio, que he visto sobre su piel las
cicatrices de una vida triste y desafortunada, empapada en la sal del mar que
nos separa, yo que los he visto todos y cada uno de los días desde que he
nacido, soy el responsable cuando les miro con una sonrisa de oveja que bala para
demostrar lo mucho que llora mi alma mientras vuelvo a mi puesto en mi primer
mundo, ése que me gusta y me halaga, yo, cuando olvido que vienen buscando la
gota de agua que cae de toda la riqueza que les es robada cada mañana.
Sí, yo he visto todo eso y aunque no visto de blanco, porque
no soy santo, sino humano, no me dirijo a los cielos esperando que una letanía
mate el dolor y ponga fin a su agonía, sino que espero que algún día negándome
a creer en lo que hoy es, llegue el fin de la injusta tiranía que por vileza se
impone al mundo, no gesticulo con mi mano al cielo para bendecir el suelo, sino
para poner en la suya lo que mi huraña existencia convierte en limosna, y bajo
la mirada que no soporto cuando al entregar lo que me sobra con el gesto del avaro
precavido oigo en su boca un gracias de quien no sabe que yo soy el
responsable. Pero yo que lo sé, cada día me avergüenzo de lo que soy, con sólo
abrir los ojos y ver, y mientras me pregunto qué hacer, sé que me podré
equivocar, pero también que cualquier cosa servirá, salvo rezar, porque por
mucho que alguien lo crea, el sol, el sol no es más que una diminuta estrella.
Para mirarte, Lampedusa, guardiana, usaré el reflejo de un
escudo, porque hacerlo a los ojos, convertiría mi corazón en piedra.