20 de octubre de 2011

WFP.1p/3.5s.

A ver quién sabe contar, quién puede hacerlo sin parar, quién se basta con los dedos de las manos, quién quiere empezar, para un segundo un tercio, para un minuto diecisiete, para una hora mil cuarenta y uno, para un día veinticinco mil, para un mes setecientos cincuenta mil, para un año nueve millones ciento veinticinco mil para un lustro cuarenta y cinco millones seiscientos veinticinco mil para una década noventa y uno millones doscientos cincuenta mil, para un siglo novecientos diez millones doscientos cincuenta mil, si has llegado hasta aquí, si te has podido imaginar cada número al contar, si los has dibujado en tu mente en arábiga forma, o con el aroma de los granos de café, de arenas de una playa, de estrellas en el cielo, de gotas en el mar, de motas de polvo flotando, de poros de piel en la piel de la piel de quien amas, si a cada número has puesto el semblante de lo que sueñas tan grande como extenso, para abarcar el confín de nuestro pequeño universo, si lo has convertido en imagen de tu imaginación salvaje, y al pronunciarlo resuena tan inmenso como lo piensas, ahora ha llegado el momento de andar con tiento y poner a cada uno un rostro, un rostro de hambriento, un estómago vacío, unos ojos huidizos, unos labios resecos, unos huesos salientes, y una voz apagada pues cada segundo, cada minuto, cada día 25 000 ojos se cierran, 25 000 se mueren, se convierten en todo eso que se pierde y se olvida, eso que en algún momento se te escapa que fue la vida.

7 de octubre de 2011

SecundaPars.OstPars. Wand, UnsereWand.

Ahora que los dos son para siempre uno, ahora que pronto nadie recordará cuales eran los cuatro cuartos, ni que hubo una segunda parte y todos aprovecharán para decir que segundas partes nunca fueron buenas, ahora tal vez sea buen momento antes de que el otoño frío y húmedo entumezca nuestro cerebro y la niebla nos consuma en el olvido, tal vez ahora sea buen momento para pensar en lo que no supimos hacer...



por qué no supimos explicar que sería un buen comienzo aquel 1949, por qué no supimos entender que se acabaron los nobles, los señores y que todos seríamos héroes de los mismos colores, que habría respeto y solidaridad sin importar la raza, la vida o el lugar, por qué no supimos comprender aquel 1953 que no se puede doblegar el acero que levanta un país con todo su esfuerzo mientras intenta olvidar sus errores, sólo para que alguien presuma de nuevos logros, por qué no supimos parar los tanques bajo los tilos para entender que los camaradas eran ellos que pedían un resquicio al descanso de aquel junio entre hormigon y ladrillo, por qué no supimos explicar que aquel muro no era necesario porque no se puede atar lo que ansía moverse libre, por qué no fuimos capaces de hacer entender que es fácil tener y poseer de las cosas más de mil aunque nada de ello se necesite, pero que es más justo que todos puedan vivir, por qué no supimos hacer comprender que el estado eramos todos, que el estado eran los obreros, que eran los campesinos, los soldados, los ingenieros, los mineros, todos los que eran lo eran , por qué dejamos que nos separaran aquel agosto de 1961 con alambre y espino siendo hermanos, padres, madres, hijos e hijas, por qué no supimos hacer entender que un pueblo es todo ser humano y que si uno huye por su propio beneficio el resto queda herido, que si uno está encadenado, nadie más podrá volar lejano, que si uno es atormentado, oprimido o perseguido, nos deja el alma muerta a los que miramos sin compartirlo, por qué no supimos aceptar en qué fallamos, en qué nos equivocamos, por qué aquel noviembre de 1989 no luchamos y resistimos en aquello que estamos acertados, por qué dejamos que el trabajo de un país alimentara a unos pocos y engordara a algunos menos, para luego quedarnos sin nada y además tener que bajar la mirada, por qué aceptamos que Karl es menos que Klara.

Así pues llegó la hora en que habrá que recordar a todos cuantos bajo el haz de centeno, el martillo y el compás vivieron, a los que entonces por vivir en un mundo enfrentado perdieron la libertad o la vida, pero también a todos los que después de haberlo dado todo, de haber creído que era posible un mundo mejor y en paz, hoy son privados de todo cuanto lograron después de cuarenta años, sin poder siquiera quejarse, que los vencidos callan y otorgan ... sabed pues vencedores y también vencidos, que aún hoy, en algunos día de otoño, quizás porque sean grises los días, y frías las noches, algunos preferimos mundos extraños e imposibles donde campesinos y obreros llegará el día en que vivan en paz y sosiego, sin que ésta sea la paz del dinero ni la del miedo, ni la de los cementerios.

4 de octubre de 2011

PrimaPars.WestPars. Feldgrau, Schöne Feldgrau.



Quizás llegó la hora de preguntarnos, heroicos juglares prusianos que persisten en contarnos que una mañanita de 1943 se despertaron de su sueño, si fue en aquel preciso instante que buscaron la justicia que olvidaron, o simplemente que entonces y sólo entonces les tembló la mano... a la nación alemana hoy le preguntamos: qué hicimos aquel año de 1933 cuando se asomaron al balcón de la kanzelerei los negros nubarrones de los mediocres pintores, mientras los ancianos mariscales seniles agonizaban en sus lechos de medallas y tambores, qué hicimos cuando tras el incendio del sagrado parlamento de la voz, el pensamiento y la palabra, arrebatamos los derechos a los que creían en la revolución haciendo de todos uno y de cada uno un culpable y un traidor, obrero o no, condenándolo al exilio o la prisión sólo por un delito de opinión, qué hicimos aquel septiembre de 1935 cuando la ley trazó una frontera de sangre, mientras miles perdían su lugar en universidades, escuelas y trabajos, por su fe, por el perfil de su nariz o de su nuez, y comenzaron su camino hacia chimeneas de adobe y ladrillo, tampoco entonces vimos nada, tan invisibles eran nuestros hermanos, nuestros amigos que no lo supimos, tan silenciosas sus filas que no oímos sus pasos en la noche, tan fríos nuestros corazones que los confundimos con la niebla, qué hicimos de la BlumenKrieg de 1937, qué hicimos aquel nuevo septiembre del 1938, septiembre, dichoso septiembre, qué fue entonces de los tranquilos bosques de los sudetes, de la ciudad de Praga, qué hicimos entonces sino alegrarnos la vista con las fronteras de la nación alemana que crecía hasta los tiempos de 1918 y se acercaban a las del viejo imperio, a aquel día de Versalles, aquel viejo 1870, qué hicimos cuando de nuevo en septiembre de 1939 convertimos Varsovia en un ghetto, qué hicimos cuando desfilamos por París para tomar un té a la sombra de las tullerías, o al aroma de las flores remontando los Campos Elíseos, qué hicimos cuando descubrimos los fiordos noruegos, los lagos finlandeses, o cuando arrasamos Rotterdam, o mientras ardían Coventry o Londres, qué hicimos entonces, qué hicimos aquel 22 de junio de 1941, sino avanzar hacia el este, qué hicimos al sitiar Leningrado, qué hicimos en aquel invierno de 1941 al llegar a las afueras de Moscú, qué hicimos aquel verano de 1942 mientras tomábamos toda Ucrania hasta Crimea, y casi un año después, qué hicimos con la llegada de la nieve en 1942 a orillas del Volga en el interior de Stalingrado... la respuesta es nada, siempre nada, nunca nada, todos jurando fidelidad eterna al supremo ser, y arrastrando el honor del pasado por el fango de la batalla durante una década, llenando de barro las dos franjas rojas de la altiva pernera y las hojas de roble doradas de las solapas, sólo el helado febrero de 1943 convenció a los irreductibles, cuando victoria empezó a escribirse con K de Kapitulation, sí otra vez kapitulieren, otra vez, porque al mismo error, el mismo final, sólo entonces dimos la vuelta y los muy heróicos germanos regresaron sobre sus pies helados para maldecir el bigote, el flequillo, la mirada y la voz de su amo, entonces sí, entonces aquellos que extendieron el horror sobre la faz de la tierra decidieron romper las cadenas que los conducían al abismo y destruir al tirano, demasiado tarde para salvar a los inocentes, demasiado tarde para lograr de los canallas el perdón y borrar los pecados que todos llevamos.

Aún hoy arrancamos de pequeñas callejuelas de un OstBerlin indefenso y ajado los nombres de aquellos que antes del horror adivinaron el futuro y con sus manos desnudas de abogado judío o de viejo partisano, lucharon, defiendiendo a los desamparados de los atropellos de crueles villanos, borramos su rastro y su rostro sólo por los pecados de quienes los honraron, mas no dudamos en ensalzar orgullosos a aquellos que con sus uniformes de corte bien entallado, sus nobles apellidos con von o graf o herzog repletos, a esos sí que los alabamos, cuando sólo se rebelaron al sentir los laureles sobre sus craneos marchitos, pues sabed antiguos guerreros que tanto os gusta prodigaros y en banderas de muerte y sangre amortajaros, que aún entre nosotros hay quien estima más… el hinojo de los panes ácimos.