20 de octubre de 2011

WFP.1p/3.5s.

A ver quién sabe contar, quién puede hacerlo sin parar, quién se basta con los dedos de las manos, quién quiere empezar, para un segundo un tercio, para un minuto diecisiete, para una hora mil cuarenta y uno, para un día veinticinco mil, para un mes setecientos cincuenta mil, para un año nueve millones ciento veinticinco mil para un lustro cuarenta y cinco millones seiscientos veinticinco mil para una década noventa y uno millones doscientos cincuenta mil, para un siglo novecientos diez millones doscientos cincuenta mil, si has llegado hasta aquí, si te has podido imaginar cada número al contar, si los has dibujado en tu mente en arábiga forma, o con el aroma de los granos de café, de arenas de una playa, de estrellas en el cielo, de gotas en el mar, de motas de polvo flotando, de poros de piel en la piel de la piel de quien amas, si a cada número has puesto el semblante de lo que sueñas tan grande como extenso, para abarcar el confín de nuestro pequeño universo, si lo has convertido en imagen de tu imaginación salvaje, y al pronunciarlo resuena tan inmenso como lo piensas, ahora ha llegado el momento de andar con tiento y poner a cada uno un rostro, un rostro de hambriento, un estómago vacío, unos ojos huidizos, unos labios resecos, unos huesos salientes, y una voz apagada pues cada segundo, cada minuto, cada día 25 000 ojos se cierran, 25 000 se mueren, se convierten en todo eso que se pierde y se olvida, eso que en algún momento se te escapa que fue la vida.