A las puertas de Brest, se vería el mar si fuera Bretaña,
pero hoy no queda ni muro, ni muralla, sólo piedras con letras grabadas, allí
donde la muerte te llama y luego te engaña.
A las puertas de Moscú, se podría ver la nieve
ensangrentada, el sacrificio de quien sabe que no verá el mañana, sin saber
quién ganará, allí se detuvo la batalla.
A las puertas de Leningrado, se podría comer serrín como si
fuera harina, y se podría usar un libro como leña, antes de terminar helado
sobre el empedrado, allí se mantuvo la resistencia.
A las puertas de Stalingrado, se podría ver el Volga lleno
de restos flotando, y en cada edificio sólo verías ruinas tras la última bala,
allí se emprendió la victoria.
A las puertas de Berlín, se podría ver arder media ciudad,
el resto sólo escombros, mientras la hora del rencor y la venganza deambula por
calles y plazas, allí se vertieron las lágrimas.
A las puertas de Brest, el verano terminó, aquella madrugada
en que entonces empezaba.
Es hora de dormir, pequeño ciudadano, que a las puertas de
Roma, la guerra avanza, ya se oye cerca el paso de sus tropas, escucha bien ...
Hannibal ad portas.