22 de junio de 2013

Hannibal ad portas.

A las puertas de Brest, se vería el mar si fuera Bretaña, pero hoy no queda ni muro, ni muralla, sólo piedras con letras grabadas, allí donde la muerte te llama y luego te engaña.

A las puertas de Moscú, se podría ver la nieve ensangrentada, el sacrificio de quien sabe que no verá el mañana, sin saber quién ganará, allí se detuvo la batalla.

A las puertas de Leningrado, se podría comer serrín como si fuera harina, y se podría usar un libro como leña, antes de terminar helado sobre el empedrado, allí se mantuvo la resistencia.

A las puertas de Stalingrado, se podría ver el Volga lleno de restos flotando, y en cada edificio sólo verías ruinas tras la última bala, allí se emprendió la victoria.

A las puertas de Berlín, se podría ver arder media ciudad, el resto sólo escombros, mientras la hora del rencor y la venganza deambula por calles y plazas, allí se vertieron las lágrimas.

A las puertas de Brest, el verano terminó, aquella madrugada en que entonces empezaba.

Es hora de dormir, pequeño ciudadano, que a las puertas de Roma, la guerra avanza, ya se oye cerca el paso de sus tropas, escucha bien ... Hannibal ad portas.

7 de junio de 2013

El hombre de Acera

Abrir los ojos y ver que las paredes de un hogar son tan finas que trasparentan el mundo ante los ojos, por techo a cualquier hora, un infinito mar de estrellas, o un telón azul de nubes blancas y poder verlo todo. Que bajo la cabeza, por almohada hay una piedra, que el somier de adoquines está forjado y que el colchón se ahueca y es mullido entre hojas y hierbas, que por cobertor hay como sábana y manta, en el pecho, las hojas de nacional, al vientre, internacional, y en los pies, esquelas, cotilleos y otros versos, mientras se deja deportes a un lado para leerlo al despertar cada mañana. Invitar al salón, donde el sofá es un banco listado, a todas cuantas palomas, gorriones y canes quieran ser comensales. Y pantalla de plasma tan ancha que se pueda ver una ciudad delante, sus calles, sus gentes, todo sin dar un paso, y entre los mejores caldos de la bodega, degustar una añada tetrabik de los mejores viñedos de Escalda.

Ulitsin, aquel que cualquier día de enero dormirá para siempre un sueño, bajo un helado frío de Siberia, y otro cualquiera, un somnoliento barrendero borrará de la calle cualquier recuerdo de un hombre sobre una acera.