11 de noviembre de 2010

DieKnöchernenSoldaten.1918

Pronto podremos comenzar una guerra, una Grande, una Gran Guerra, una más, una nueva... pues ya hemos olvidado hasta la primera. Devora la tierra, la sangre y la carne de una generación entera, tritura bien picados, huesos, cabezas, tórax, brazos, manos y piernas, cuerpos enteros bajo el barro despedazados, sin alma ni pena.

Jorges y dragones, Guillermos y doncellas, una misma guerra, una misma sangre azulada, un campo de batalla, un erial, un lodazal, una pradera de amapolas encarnadas,... por un trozo de imperio, el mundo y la nada.

Salid a calles y plazas a saludar victoriosos los rostros cavernosos de los soldados bien formados, de los regimientos armados, filas prietas de botas de clavos. Mirad su faz de oquedades, sus cuencas hermosas de variados colores, sus sonrisas relucientes, sus manos huesudas, sus bigotes ardientes. Besad jóvenes hermosas, ninfas vaporosas y ociosas, los dentados labios entre gusanos enchidos por alegres banquetes. Colgad girnaldas gozosos, lanzad a su paso cintas y flores, escuchad extasiados sus cantos de himnos viriles de gargantas vacías y cartílago ausente, ahí llegan bajo cascos lustrosos, pelados los cráneos calcáreos, y a la blanquecina espalda los pertrechos cargados.

Mirad mujeres, mirad ancianos, son vuestros hijos, vuestros hermanos, vuestros maridos, vuestros amantes amados.

Gozoso y tranquilo partirá a la guerra, satisfecho y ufano, cruzará la frontera y entre gritos y llantos, saltará la trinchera de la primera batalla atravesando fuegos, llamas, balas y bayonetas caladas. Mas llegará el día en que de nuevo a tus brazos, su general al mando, te lo devolverá orgulloso y convencido del trabajo bien hecho. - Ecce Hommo!. Helo aquí mujer, éste es tu hijo.

Esbelto y puro hueso, podrás decir que es todo tuyo, abrazarlo entre tus brazos hasta notar su cuerpo bajo el uniforme de trapo. Su cuerpo duro, magro y ralo, pues hoy al fin regresó de su olvido, para besar tus manos, con rastro de ceniza y polvo pegados.

9 de noviembre de 2010

QUO VADIS, OSSIE?

Sí, eso era, sin embargo, ahora mudo, aguantas los golpes que caen sobre tu espalda. Te dicen así ha de ser, y callas, así has de hacer, y callas, así has de pensar, y callas, así has de ganar, y callas, así has de trabajar, y callas, así has de vivir, y callas, ahora siempre callas.
 
Dónde dejaste aquellas reuniones de noches aciagas frente a las puertas de las iglesias de Leipzig, cual Lutero y sus 95 tesis, dónde dejaste de gritar y reclamar lo que te pertenecía, por qué ahora te quedas en casa en silencio, callado y mudo, casi muerto dentro de tus cuatro muros, qué hermosos son esos muros ahora, y cuanto luchaste contra otros, lo hacías por ti o porque otros te guiaban.
 
Aguardas ahora un día de trabajo, o medio, o un tercio, o un cuarto, o la suerte de un día con pan a cambio de más años de trabajo, pero sin tan siquiera un futuro distinto, quién sabe por cuanto tiempo. Acaso era más fácil protestar bajo una dictadura comunista, que te espiaba, te humillaba, te atormentaba sin descanso, que te habría fusilado sin remordimientos, o eso decías, que bajo la democracia que te ampara, donde todo el poder es del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.

Por qué entonces reclamabas y ahora en silencio aguardas a que te cedan las migajas, dónde dejaste que te quitaran lo que era del estado que era también tuyo, era tu dinero, era tu hogar, era tu patria, y ahora es todo suyo, por qué bajaste los brazos que tanto airabas contra el estado de obreros y campesinos, a cambio de uno de mercaderes y banqueros, por qué ahora no detienes el curso de la historia donde los ricos se hicieron más ricos con tu trabajo, y los nobles más ociosos con tus ganancias, entonces derribaste el muro y ahora, ahora te quitan lo que otros lograron en siglos, o es que has comprendido al fin que ahora no eras nada, solo una pieza de orfebrería barata que ya no vale nada, absolutamente nada, porque vives en democracia, y con eso ya te basta, porque a nadie le importas nada.
 
Querías libertad, y ya la tienes, pero dónde has estado todos estos años para defender tu trabajo y tu dignidad, dónde dejaste el valor, cuando perdiste la razón para creer que cruzar aquella frontera te iba a dar de comer, acaso amabas más la libertad de cruzarla que el pan de tus hijos.
 
Pobre Ossie, de Bürger a Verbraucher, eso es todo lo que querían de ti, todo lo demás ya lo tomaron para sí, todo cuanto habías creado se repartió bien separado entre los que ganaron la guerra, porque fueron ellos, los que la empezaron y la terminaron vivos, esos la ganaron, y no tú. Ahí tienes tu libertad, tus marcos alemanes, y tus verdes praderas prometidas apenas florecidas, si no las ves sólo tienes que buscarlas, pero ahí están, sí, hombre, sí, mira bien, sí, ahí, ahí mismo... a tu lado, si está muy claro.
 
Quién sabe qué añoras más, si los paraísos que nunca lograste o las explanadas de Nürnberg alumbradas por antorchas inabarcables. Pobre Ossie, cuánto valor para derribar un muro y qué poco para cambiar tu mundo.
 
Si tú abandonas Berlín, yo volveré a ella, para ser socialista.
Am 9.November.1989

7 de noviembre de 2010

El Caldero

En tiempos remotos, había en la gran Rusia, dos ciudades separadas por más de mil verstas, la una se llamaba Komgrad, y estaba situada al este, mientras que la otra se llamaba Kapgrad, y estaba en poniente. Las dos cuidades vivían sin relacionarse, lejos la una de la otra, simplemente, se soportaban. Sin embargo, porque nunca se sabe cuando uno ha de contar con el diablo, ambas estaban unidas por un cable de telégrafos, tan largo como la distancia que había entre ellas.

Los habitantes de Komgrad, nunca visitaban Kapgrad, y estos jamás ponían sus pies en Komgrad, ambas se bastaban solas para existir. Pero una noche de tormenta, se produjo un inusitado acontecimiento, una tormenta inesperada, con todo su tronar y relampaguear en mitad de la oscuridad, alcanzó con uno de sus rayos el cable, con tan mala fortuna, que una enorme descarga recorrió el hilo hasta alcanzar el edificio de cada ayuntamiento. Toda aquella fuerza desató un terrible incendio, cuyas pavorosas llamas alcanzaron más de treinta metros de altura y cuyo resplandor podía verse desde la ciudad vecina al otro lado del mundo, haciéndolos creer que el fin de la humanidad estaba cerca.

En la ciudad de Komgrad, la gente acudió inmediatamente a la llamada de su alcalde, éste repartió los cubos que había en el almacén general y formaron una fila tan larga como fue preciso para llegar desde el corazón de la misma hasta el río que calmaba su sed, de uno a otro se pasaban los cubos hasta que el agua caía como la lluvia sobre las llamas, cuando alguien abandonaba la fila agotado o desganado, el resto cubría su puesto alargando el espacio que los separaba, no sin antes ajustar las cuentas con aquél que rehusaba formar parte de ellos. Con el paso de las horas, el fuego fue cediendo lenta y pausadamente hasta que finalmente se extinguió por completo.

Mientras tanto en Kapgrad, cada ciudadano libre acudió con su propio cubo, algunos no tenían, y otros sí, cada uno recorría por su cuenta el trayecto que separaba la ciudad del río, había unos que después de tres o cuatro viajes debían descansar y no regresaban, otros decidieron dejar que la mayoría terminara el trabajo mientras esperaban pacientemente con su cubo a que todo llegara a su fin, incluso hubo peleas y reyertas entre aquellos que no tenían y los que sí. El fuego se agitaba según llegaban los baldes, a veces llegaban todos y las llamas parecían morir, otras, apenas cuatro o cinco y éste se reavivaba, hasta que finalmente también allí se dio por vencido.

Cuentan también algo que nadie supo explicar, porque nadie pudo imaginarlo antes de que fuera verdad. A la mañana siguiente al devastador incendio, el alcalde de Komgrad vendió los terrenos del calcinado ayuntamiento para que la gente de Kapgrad construyera allí un gran centro comercial, y la ciudad se quedó sin cubos. Dicen sin embargo, que a pesar de todos los años transcurridos, de vez en cuando, por los amplios pasillos de aquella flamante y resplandeciente construcción, el último hombre de Komgrad, muy anciano ya, con un lazo rojo en la solapa, se pasea con un caldero agujereado, mientras algunos ciudadanos de Kapgrad, rebuscan en la basura, algún caldero donde preparar una sopa de cebolla, y gritan a quien quiera oírles, ¡Se arreglan tinajas, ollas, sartenes, pucheros...!, él murmura y musita ¡y yo tamién lañooor!

5 de noviembre de 2010

¡QUE NO TE ESPERO!






La impotencia de todos los explotados en su lucha contra los explotadores, origina inevitablemente la creencia de una vida mejor, después de la muerte, del mismo modo que la impotencia del salvaje en su lucha con la naturaleza, da origen a la creencia en los dioses, los diablos, los milagros, etc. V.I.Lenin