Resuena tu nombre marinero en un barco que no tiene puerto,
en una ciudad sin mar. Y como una galerna brava que desde la costra brama, tras
tus jambas aguarda la larga galería norte, allí donde los días y las noches no
tienen nombre, donde ni un fino hilo pudiera sobre el dorso de la mano
distinguir la luz de la tiniebla.
Camina entre las sombras el hombre sin rostro, que bajo la
capucha oscura alza su mano y con su dedo divino señala el camino al final de
cuyo destino se alcanza a ver el rostro de un vencido, cuya suerte está ya
escrita. Su nombre y su rostro se desvanecerán bajo la fosa cuya tierra acogerá
temblorosa lo que la historia no querrá recordar.
Pero hoy al llegar la noche, cuando las horas marquen las
20:00, ante tu puerta al menos una vela alumbrará el lugar en que hubo quien
esperó sobre la gastada grada a que alguien gritara su nombre y saber que así
al menos aún seguía vivo.