Y
un día cualquiera, a cualquier hora, abrirán la puerta y verás, tras ella, los
rostros de aquellos que antes te saludaban respetuosamente por las calles, y
verás, tras ellos, la sombra plateada de la afilada curva de la hoja de la
guadaña, y verás, en ella, la muerte que te reclama para formar la fila que tras
ella danza, recogerás tu vida, tu ropa y todas tus cosas en tu raída y vieja
maleta.
Y
tu mirada verá, tras las líneas de los apretados tablones, las vías, las
traviesas y los campos, cada uno de los rincones de las lejanas aldeas, que
contemplan como el sol se pone, arrastrando tras su luz la vergüenza de
alumbrar cada día el horror sobre la tierra.
Y
un día cualquiera, a cualquier hora, cerrarán la puerta, y tras escapar a la
fría bala, al fino alambre de una larga soga, o quizás huir de las dentelladas
mortales del hambre oscura, un ojo te observa y aún viendo tu demacrado rostro
no siente un gramo de compasión siquiera, y entretanto tu cuerpo helado
contempla cansado, el bajo techo, y aguarda las frescas y cálidas gotas de un
agua que nunca llega, y sentirás el áspero y lento aliento que trae la nada,
que ya se acerca, y cerca muy cerca aguardará paciente en lo alto, en la
empinada cima, tu raída y vieja,... vacía maleta.
27.enero