23 de diciembre de 2011

Kredo

Creías que eras eterno, creías que eras inmortal, creías de niño que vivir y existir era todo un juego sin final, entre risas y besos.

Creías que a cada día seguiría un día nuevo, que la noche era el nombre de un día que aún no había llegado, creías entonces que aquellas manos que te sostenían no cambiarían jamás, que no las verías arrugarse, ni agrietarse, ni llegar a temblar, creías que siempre tendrías sus caricias.

Creías que tus ojos te permitirían ver más lejos que otros, que tu mente sería capaz de entender todo cuanto los demás jamás podrán comprender, creías que no morirías jamás, que cada día no tendría jamás un final, que todos los días uno tras otro eran el mismo día eterno, creías tantas cosas cuando eras niño, creías tantas cosas cuando eras joven que ahora ya no puedes cambiar.

Creías en todos aquellos que te habían precedido, creías en sus palabras que aún no eran tuyas, creías en sus obras, en sus gestos, en sus voces, creías en ellos antes de que sus cabellos se volvieran grises o blancos, creías tanto que no los pudiste olvidar jamás.

Creías que podías gastar las horas, consumirlas sin pensar en nada, creías que no importaría cuántas fueran hasta que llegó el instante en que las empezaste a contar, si has llegado entonces a ese momento supremo, no dejes que ninguna se aparte de tu lado sin haberla merecido, no pienses en cada día como si fuera el último, no, piensa en aprovecharlo como si fuera hoy antes de que llegue mañana.

Porque al final comprenderás que un día habrá en que al dormir ya no sabrás qué serás, sino que al despertar niño volverás a ser, y todo aquello que creías será de nuevo verdad.