8 de diciembre de 2014

NurSie

Quién quiere una madre santa, perfecta, inmaculada y asunta a los cielos, quién quiere una madre tallada en madera, cubierta de paño y con corona de estrellas, quién...

Quién no prefiere una piel, cualquier color, no importa, que sostenga la carne y el hueso que abraza tu cuerpo, y vele tus sueños, mientras sus dedos recorren tu pelo, cuando aún no conoces, ni el mundo ni el tiempo.

Quién no prefiere oír los reproches, los justos castigos por tantos errores que como un idiota has cometido, sabiendo que siempre, al final del camino, habrá de esperarte un perdón eterno, en todo aquello que hayas emprendido.

Olvidaré aquellos rostros transfigurados de santidad revestidos, sus miradas lánguidas de divina luz iluminados, y todas las preces tendidas a sus pies... y me quedaré siempre con la sonrisa amable que vieron mis ojos aquel primer día en que apenas tenía ante mi vida luces y sombras, esos mismos ojos que he conocido en cualquier lugar, en cualquier frontera y en cualquier tiempo, en todos esos rostros de tantas mujeres que cualquiera vale una vida entera.

Sí, lo sé, comeré bien, dormiré bien, y tendré cuidado, lo sé, lo sé.