11 de noviembre de 2011

VollTräume

Sueñan los soldados, que las alambradas de las que cuelgan trozos humanos son zarzas y arbustos, de moras y bayas, ahora rojas, luego maduras, y finalmente negras. Sueñan que en las trincheras que les sirven de madrigueras, las ratas empapadas de erizado pelo, son alegres conejos, liebres y galgos, que trotan a saltos, entre arroyos claros, donde algunos ven lodazales de fango y barro. Sueñan tendidos, bajo la tierra fría, observando el cielo con sus cuencas vacías, mientras arañan el aire con sus huesos descarnados como tallos plantados. Sueñan el día que sobre la hierba fina, crecida y alta, o sobre la paja seca, descansando el cuerpo, el sol en lo alto caliente con rayos, la piel huidiza, acartonada y lisa. Sueñan creyendo que el jergón de tierra y polvo bajo sus restos humanos, son lechos de flores y dulces ramos. Sueñan que el viento que atraviesa su alma entre hueco y hueco son dulces caricias de viejos recuerdos, los labios templados de bocas ardientes de amores pasados, las manos suaves de sus ancianas madres asiendo en su pecho sus cuerpos menudos, los dedos fuertes de sus padres andando siempre a su lado, cogiendo sus rosadas palmas. Sueñan que entonces eran niños y ahora infantes. Sueñan que juegan a guerras fingidas, a batallas perdidas, combates de héroes y cantos de heroínas, a cuentos de hadas, a heridas sin llaga, a uniformes caídos que ríen, que hablan y andan. Sueñan despiertos, conscientes al fin, de que ahora, ahora sí ... ahora, están muertos. Sueñan callados entre murmullos de rostros desdentados con el dulce aroma de las amapolas rojas.