25 de abril de 2012

E depois do adeus... Grândola, vila morena.

Que se escuchó de madrugada, a los 20 minutos pasada, la rima de la tonada, la canción que comenzando, con los pasos del desfile, en la voz de Aveiro, despertó a los soldados, a esos capitanes cansados, hartos de matar, de ver morir, hartos de morir en las tierras que avistaron los viejos navegantes al mando de don Enrique.

Que por las calles de Lisboa, el desfile de hombres se detiene al color rojo de los semáforos, a la estrechez de las calles, al desconcierto de soldados que miran mapas y callejeros, buscando nombres citados en placas de letras repletas, pegadas sobre paredes blancas.


Que al llegar la media tarde, con claveles en boca de fusiles armados, las calles se llenan de gente, gente que envuelve a las tropas, que brotan con su color oliva en caminos y plazas, y al llegar la noche, no se mata ni se muere, no se ejecuta a los tiranos, que morirán tranquilos tumbados en sus camas de suaves colchones, que ese día sólo muere la dictadura lejana de casi cincuenta años, solos mueren los muros, las rejas y las cadenas, cubiertos de claveles rojos.


Que largos se hicieron los días de aquellos dos años, desde la primera nota de un diez de mayo hasta el último silencio de un abril encarnado, que eternas las horas de aquella última madrugada.


25.abril.Sempre.