
Se volverán negros mis pulmones de tragar a borbotones el polvo grisáceo y plomizo que vuela de la roca al suelo, y al final, un día, a través de la jaula se verá el rostro ennegrecido de unos ojos blancos y albinos que acompañarán mi cuerpo tendido, cubierto con una manta, y cuando mi mano caiga sobre el lado de la vía junto a los vagones repletos, apagarán, al ver la luz del día, las tristes linternas de sus cascos mineros.