4 de octubre de 2013

Satelles, satellitis

En la noche, un resplandor y, atravesando el Olimpo hacia los cielos, con un estruendo, despiertan de su sueño Zeus, Hades, Apolo o Afrodita, quién sabe, tal vez incluso el divino Julio, el divino Claudio o la divina Livia.

Verán todos ellos, desde sus sagradas alturas imbuidos por la aromática esencia del laurel o el hinojo, que arde en los templos terrenales, una estrella fugaz de fulgor metálico cruzando sus aposentos, una estrella de plata que extendiendo sus patas magnéticas hará sonar su binaria plegaria.

En nuestra solitaria existencia en un mundo errante, surca el espacio nuestro compañero de viaje, un pedazo de metal con el corazón de acero, eso irá primero; Yura, Yura vendrá luego.