9 de mayo de 2012

weißesBettuch

Flotan al viento las blancas sábanas, una en cada hueco, una en cada ventana, cientos en cada casa, lo último que queda, lo último que falta, la última bandera de quien con luchar ya no sueña, y sólo espera la compasión, la piedad a cambio de una rendición, de la total capitulación.

Hubo un tiempo en que el rojo, el blanco y el negro cubrieron como lienzos los viejos ladrillos, las piedras horadadas. Los orificios de bala, hoy quedaron bajo el blanco de la ropa de cama. Luego vendrá la venganza, el odio, la rabia, el dolor, y las lágrimas, la ciudad pagará la ofensa, toda la tierra alemana, y entonces en su destino, olvidará los pecados cometidos, las risas en los balcones de los desfiles bajo las flores, olvidarán los gloriosos uniformes, los gritos, los aplausos, las botas de clavos, olvidarán los coches negros de azabache brillante, olvidarán los blindados, los cañones, los aviones, los bombardeos de las viejas ciudades, olvidarán los campos, las sogas de alambre, las duchas del gas asfixiante, las alambradas, las fosas, todo eso que nunca vieron, eso que nunca supieron.

Olvidarán a los vecinos que por la mañana saludaron, y por la noche se desvanecieron, olvidarán la noche, olvidarán la niebla, olvidarán los nombres convertidos en números, en la palma de la mano, en la piel del detenido, olvidarán los primeros años cuando mirando al cielo del elegido olvidaron mirar el rostro sobre la tierra, de sus hermanos, de sus vecinos, de sus amigos, olvidarán todo cuanto vieron y sólo pensarán en el rostro sudoroso del enemigo sobre su cuerpo vencido, y olvidarán el dolor ajeno, ese que nunca causamos, ese que nunca creamos, para recordar sólo el que nos han inflingido.

Y quedarán sólo los vivos, mientras se llena la tierra como después de cada guerra, de todos nuestros olvidos, el olvido de los culpables, de los muertos, de los caídos, de los amigos, de los enemigos, el olvido de todos los falsos y absurdos motivos, el olvido de los sufrimientos, del hambre, de la peste, de la muerte, de la guerra, de los cuatro caballos y sus jinetes callados, pero en los días de mayo sobre el dintel berlinés entre las pezuñas de piedra se alza un hombre y su bandera, por el camino, millones los muertos, millones los heridos, millones de héroes, de heroínas, de viejos amigos, tumbados y caídos.

Hoy, empieza y termina, de cada uno de mis días, el eterno recuerdo de todas las cosas que siempre olvido, quizás esta primavera las grullas encuentren el camino a casa.

Am 8.Mai um 23 Uhr schweigen die Waffen...